jueves, 20 de febrero de 2014

Observo, escucho, callo y exploto.

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Observo, todo mi alrededor. Demasiado observadora quizás, demasiado. Pero ¿Y qué? Aunque parezca que vivo en otro planeta, aunque parezca que estoy ida siempre, observo siempre. Y así es como me doy cuenta de la realidad, de todo lo que pasa a mi alrededor, aunque haya veces que me choque con la realidad de frente. Y duele. Como si te comieras una pared cuando vas corriendo por casa.

Escucho, todo, te escucharé todas tus quejas, todos los problemas, las alegrías. Escucharé todo lo que tenga que escuchar, aunque me duela, escucharé. Y callaré.

Callo, callo todo lo que llevo dentro, todo el daño que me ha echo tanto lo primero como lo segundo, callaré cada palabra contra todo. Pero, yo no soy de piedra. Creo que soy como un globo al que vas llenando de aire y llega un momento en el que explota. 

Exploto y echo todo lo que se me ha ido acumulando, todo lo que llevaba dentro. Suelto mil cosas sin pensar, aunque después me arrepienta. Y aunque a cuenta de esto lo haya pasado muy mal, creo que a veces paso demasiado la raya de la paciencia. 

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