jueves, 20 de febrero de 2014

Take me away.

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Sus increíbles ojos celestes resaltaban aya dónde fueran. Aún los recuerdo, llenos de vida, de alegría, de brillo. Fueron sus ojos lo que me enamoró de ella. Los recuerdo el día que la conocí; el día que me tope con aquella chica llena de vida. Era invierno y se había pasado todo el día lloviendo, y, todavía por la tarde, seguía lloviendo. Recuerdo la lluvia cayendo por mi cara, el frío en mis manos, y sus ojos, que brillaban. Recuerdo aquella sonrisa dibujada en sus labios. 
¿Habéis conocido alguna vez a una perdona, que lleva consigo un sentimiento muy fuerte? ¿Qué en el momento que ves a esa persona por primera vez, lo notas? Eso le pasaba a ella, llevaba un sentimiento de ser una chica especial, de no ser como las demás. Sabía que no era una chica cualquiera, y sus ojos celestes y profundos, lo demostraban.
Me encanta picarla, me encanta sacarle sonrisas, me encante que me regale una sonrisa, así, como si todo estuviera bien, aunque no sea así.
Pero...de eso ya no queda nada.
Ella ya no está. Y ahora estoy vacío. 
Por que se ha ido.
Por que no la voy a volver a tener entre mis brazos.

Mis amigos nos decían que estábamos locos. ¡No lo entendían! Apenas nos dábamos un simple beso en la calle, por que con el simple echo de mirarnos saltaban chispas. Y quizás, a lo mejor, si estábamos locos, pero era el uno por el otro.
Nos sentábamos siempre en el mismo banco, del mismo parque solitario, dónde la escuchaba hablar sobre sus sueños; Viajar; el cuál era su mayor sueño, visitar, ver, vivir... ¡Era tan creativa! Siempre decía lo lejos que se quería ir.

El último día que la vi, el mismo día que la perdí, estábamos en el mismo parque de siempre. Se sentó muy seria, tenía el brillo de sus ojos apagados y parecía cansada. Y quizás si estaba cansada, cansada de solo soñar y no ir detrás de sus sueños, cansada de que yo la retuviera en aquella triste ciudad, en aquel solitario parque. Se sentó muy, muy callada, y se limitó a decir;
-Llévame lejos.
Y yo, como estúpido que soy, me reí de ella.
Me negué, pero ella no se iba a negar.
Y se fue.
Podría estar con ella, si no hubiera sido un cobarde, y la hubiese dejado escapar, en vez de escapar con ella.

Y ahora estoy... vacío.

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